La terapia con danza es eficaz para tratar la depresión, mejorar la memoria y la neuroplasticidad en los adultos mayores, y para mejorar la función ejecutiva en los pacientes con la enfermedad de Parkinson.
¿Por qué dejamos de bailar cuando crecemos? ¿Por qué nos desconectamos y nos volvemos ajenos a nuestro propio cuerpo? Me sorprende que la Danza Movimiento Terapia (DMT) no tenga una presencia mucho más generalizada en los campos de la psicología y la psicoterapia.
Durante dos décadas concentré mi atención como investigadora en neurobiología conductual y en psiquiatría casi exclusivamente en el cerebro y en la salud mental, lo que me hizo ignorar el resto del cuerpo.
Recibí mi formación a finales de los noventa, la década del cerebro, y la complejidad de este órgano me fascinó de tal modo que me hizo olvidar por completo que es parte de un conjunto mayor; que está íntimamente conectado y en interacción recíproca con el resto del cuerpo.
Resulta interesante que, en mi vida privada, mi cuerpo siempre ha tenido un papel central. Y es que, siempre que he tenido que lidiar con cualquier problema de salud mental, lo he hecho a través de largos paseos, de la danza y del yoga.
Esto explica en buena medida que en los últimos años, como profesora de psicología de la Bishop’s University, haya incorporado el trabajo con el cuerpo tanto a mis clases como a mis investigaciones. Por este mismo motivo me he apuntado a un programa de entrenamiento de DMT en Canadá este verano.
Comprender el cuerpo en movimiento
La DMT es mucho más que simplemente bailar. Esta terapia se vale de la danza y el movimiento para impulsar la percepción, la integración y el bienestar. También sirve para reducir los síntomas indeseados en diversos tipos de poblaciones clínicas.
Al contrario que las terapias al uso basadas en la conversación, la DMT trabaja sobre el conjunto del cuerpo para enfocar al cliente a un nivel creativo, no verbal; el cuerpo en movimiento es tanto el medio como el mensaje. La DMT concibe el cuerpo en movimiento como el núcleo de la experiencia humana, y del mismo modo considera que cuerpo y mente están unidos en interacción recíproca y constante.
Al igual que las terapias psicológicas más tradicionales, la DMT se puede aplicar de muchas formas. Puede incluir conversación, diversas músicas o incluso ningún tipo de música; se puede hacer en grupo, de forma individual o por parejas. Y en cuanto a los terapeutas, a veces bailan con sus clientes y otras veces se limitan a observar.
Una sesión de terapia en grupo puede incluir un calentamiento y una serie de calas que nos indiquen en qué situación estamos en términos emocionales, mentales y físicos. A continuación puede desarrollarse un determinado tema que, o bien surja de manera espontánea, o bien haya sido preparado por el propio terapeuta (por ejemplo, la gestión de sentimientos dolorosos). La sesión acaba con un aterrizaje (en el que tenemos que hacer volver al presente nuestros cuerpos y mentes) y finalmente con una clausura (por ejemplo, un gesto, un sonido o una palabra).
Todo esto se realiza con nuestros cuerpos en movimiento o reposo, y a ello se le pueden añadir intercambios verbales, anotaciones en un diario u otros elementos.
La DMT lleva entre nosotros varias décadas, pero nunca ha alcanzado una gran popularidad. Esto quizá se haya debido a la ausencia de estudios de investigación suficientemente solventes que la respaldaran. Pero la situación ha cambiado, y me gustaría destacar aquí que hay una serie de estudios recientes que respaldan los beneficios de la danza y de la DMT en lo referente a la gestión de las emociones, la funcionalidad cognitiva y la plasticidad neuronal.
Beneficioso contra la depresión
Una de las razones principales por las que la gente baila es para modificar su estado emocional. Lo más normal es que busquen alcanzar felicidad y alegría al tiempo que reducen su ansiedad y estrés. Desde sus orígenes, las terapias basadas en la danza, al igual que otras terapias psicosomáticas, han hecho hincapié tanto en la interacción recíproca entre el cuerpo y la mente como en la capacidad de regular las emociones a través de la introducción de cambios en las posturas y los movimientos del cuerpo.
La exploración de nuevos movimientos puede suscitar en nosotros percepciones y sentimientos inéditos. También puede facilitar que tengamos una visión más amplia de las posibilidades a nuestro alcance a la hora de afrontar una determinada situación. Ciertos patrones de movimiento, tanto nuevos como viejos, pueden hacer aflorar pensamientos reprimidos y propiciar una mejor comprensión de nosotros mismos, nuestro entorno y nuestra vida.
Uno de los estudios más sólidos que sustentan esta idea analizó movimientos improvisados de carácter complejo. De este modo, se descubrió que ciertos conjuntos de cadenas de movimientos eran capaces de delatar sentimientos de felicidad, tristeza, miedo o ira. Los vínculos entre sentimientos y componentes motores ya habían sido sido utilizados en el pasado para el diagnóstico o el reconocimiento de emociones. Sin embargo, este estudio va más allá y propone técnicas concretas para modificar nuestros sentimientos.
Según una revisión sistemática realizada recientemente sobre las investigaciones realizadas en DMT, esta se mostraba especialmente eficaz para el tratamiento de la depresión en adultos.
Mejoras en la enfermedad del Parkinson
En términos generales, bailar implica aprender diversas secuencias de movimientos y pasos en un espacio concreto y en función de una determinada música. En otras palabras: requiere un esfuerzo físico y cognitivo considerable, y, por esa misma razón, debería ayudar a mejorar no sólo aspectos como el tono muscular, la fuerza, el equilibrio y la coordinación, sino también la memoria, la atención y el procesamiento visoespacial.
Al comparar periodos relativamente largos (de entre seis y 18 meses) de práctica de danza con otros de entrenamiento de fitness tradicional, varios estudios han demostrado que los primeros producen mejores resultados que los segundos en términos de atención, memoria verbal y neuroplasticidad en los adultos sanos de edad madura. Los investigadores también han detectado mejoras en la memoria y en las funciones cognitivas de adultos con leves deficiencias en estos aspectos tras realizar programas de práctica de danza de 40 semanas.
Además, en un reciente metaanálisis que tomó al azar siete ensayos controlados en los que se comparaban los efectos de la terapia de danza con otras de diferente tipo para combatir el Parkinson, se demostró que las primeras eran especialmente beneficiosas para la función ejecutiva, es decir, la encargada de los procesos que nos ayudan a planear, organizar y regular nuestras acciones.
Cambios en la estructura cerebral
Bailar pone en funcionamiento grandes áreas de la corteza cerebral y diversas estructuras profundas del cerebro.
Gracias a una revisión sistemática descriptiva realizada recientemente y que abarcaba ocho estudios exhaustivos, sabemos que todos ellos demostraban que la práctica de la danza produce cambios en la estructura cerebral. Estos cambios incluyen un aumento del volumen del hipocampo y del parahipocampo, que participa en los procesos de memoria; un incremento del volumen de la materia gris en el giro precentral, que interviene en el control motor, y un fortalecimiento de la materia blanca en el cuerpo calloso, relacionado con los procesos de comunicación que se dan entre los dos hemisferios cerebrales.
En general, todos estos estudios son compatibles con la premisa de que de la danza y la DMT son eficaces tanto para el tratamiento de desórdenes neurológicos y psiquiátricos (como el Parkinson, el Alzheimer y los trastornos del estado de ánimo) como para impulsar el bienestar del conjunto de la población.
Nuevas posibilidades de sensación y percepción
Está claro que la danza tiene un profundo impacto en el cuerpo y la mente humanos.
Desde sus inicios, la DMT ha hecho hincapié en que el cuerpo es indisociable de la mente, con la que mantiene una interacción recíproca y constante. Por este motivo, las diversas sensaciones, percepciones, emociones y pensamientos afectan a nuestro cuerpo y al modo en que nos movemos. Y de ahí también que de la observación del cuerpo se puedan deducir estados mentales.
Del mismo modo, nuestras posturas y movimientos tienen el poder de transformar nuestros estados mentales, traernos a la mente recuerdos reprimidos, dar rienda suelta a nuestra espontaneidad y creatividad así como reorganizar nuestros cerebros. Nuevas formas de movernos y de bailar podrían dar lugar a nuevas formas de sentir y percibir el mundo.
Este es uno de los aspectos más apasionantes y profundos de la DMT, y por ello resulta increíble que el cuerpo, el movimiento y el baile sean aspectos que han sido casi complemente ignorados en la psicoterapia tradicional. ¡Ya es hora de cambiar eso!
Fuentes:
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https://www.infobae.com/america/mundo/2020/02/18/de-la-depresion-al-parkinson-el-poder-sanador-de-la-danza/
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https://theobjective.com/further/de-la-depresion-al-parkinson-el-poder-sanador-de-la-danza/